miércoles, abril 22, 2015

ESPEJO CONGELADO, EL DOBLE DEL MUNDO.

En un espejo el mundo se hace más grande. El doble de grande, en realidad. País de objetos duplicados, ‘otros yo’, Doppelgängers, espacios reflectados y reproducciones; desaparece apenas se apaga la luz o se le pone contra la pared. La luz es la condición necesaria del espejo.

Ya el filósofo habló en la antigüedad de la imperfección de los reflejos, de las sombras que apenas somos de las ideas perfectas y eternas. Pero nuestro día a día se nos impone pragmático, lejano a toda aquella perfección de entidades impolutas. Nos consumimos mientras el tiempo pasa, y así recurrimos a mil y un reflejos para reconocernos, y recibir de vuelta lo que arrojamos todo el tiempo fuera de nosotros: la mirada.

Tras una larga vida como género clásico en las artes plásticas, el gran río del retrato ha desembocado su cauce en abstracciones más acendradas cada vez, al grado de descomponer su tradicional connotación de “figuración del rostro” hacia auto-representaciones.

La totalidad se fragmenta, se des-centra el individuo. Es cierto que el todo es más que la suma de sus partes, pero hay que reconocer que cada elemento pertenece fielmente a todo el conjunto. La mirada es honorable representante de la personalidad; la silueta es heraldo del semblante; y yendo más allá, el ambiente circundante es signo de la presencia protagonista dentro de ese espacio.

En Espejo Congelado, Laura Chenillo y Diego Narváez se trasladaron a uno de los muchos extremos del mundo a buscar sus figuras, reflejándose en el frío horizonte, encontrándose en la noche más larga del año. Se apartaron del cotidiano para investigar en el extraordinario horario de la aurora, del hielo apareciendo en el agua, que desaparece ante los ojos que se preguntan por sí mismos con admiración planetaria.

Uno dice: no haría falta ir tan lejos para conocerse a sí mismo, la patria son nuestros pies. Pero esas no son las razones de exploradores que hacen historia y que cuentan historias de aventuras, haciendo el mundo más grande para quienes permanecemos sedentarios. El doble de grande, de hecho.

L.H.A. Juan Carlos Jiménez Abarca
Director del Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce”
Morelia, Michoacán. México. Abril 2015.

Espejo Congelado de Laura Chenillo y Diego Narváez
Dibujo / Fotografía / Video / Instalación Galería L. Arte y Diseño.
(Alfonso Reyes 216-L 001, Hipódromo Condesa. México D.F.)
En el marco del Corredor Cultural Roma Condesa No. 14
Inauguración: 18 de abril 2015, 12:00 horas






miércoles, febrero 25, 2015

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN LA JORNADA SEMANAL DE GERMAINE GÓMEZ HARO

Estimados Amigos Visitantes

Con gusto compartimos con Uds. cuatro artículos de Crítica de Arte, publicados en La Jornada Semanal de Germaine Gómez Haro.

Artículo 1 del 01.06.2014


Artículo 2 del 15.06.2014


Artículo 3 del 29.06.2014


Artículo 4 del 13.07.2014



Reciban un cordial saludo

LÉON POURTAU: PRELUDIO DE LA HOY CENTENARIA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

ALFONSO MIRANDA MÁRQUEZ

Léon Pourtau nació en 1868 ó 1872 en un Burdeos ocupado, como toda la República Francesa, por las fuerzas prusianas de Otto von Bismarck. El canciller de hierro había roto la hegemonía gala. La Guerra Franco-prusiana desveló el poder de una Prusia que lograba lo inimaginable: coronar el 18 de enero de 1871 al káiser Guillermo i en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, para unificar así a la poderosa Alemania.

Es en realidad la última fase de los colonialismos feroces. El concierto de naciones viraba sus directrices a la sumisión germana en el antecedente directo de la Primera Guerra Mundial.

En este contexto muy probablemente quedó huérfano Léon Pourtau. De su primera infancia no se cuenta con ningún documento. Sabemos que fue aprendiz de tipógrafo. Con quince años, abandonó Burdeos para conocer París, donde se ganó la vida en un pequeño restaurante de la calle Lafayette, al que por su cercanía con la Ópera, asistían los músicos. Primero lavó platos, después fue mesero, finalmente cantante. Así, se unió a un grupo y aprendió a tocar el clarinete. Viajó por Francia y lo invitaron a formar parte de una banda de circo; para ganar un poco más de dinero, clavaba las estacas de las carpas y bañaba a los elefantes. De vuelta a París, entró en el conservatorio y por aquella época se casó y tuvo dos hijos. Con sólo 22 años se convirtió en profesor en el Conservatorio de Lyon. Su verdadero sueño era la pintura.

Amigo del también músico Georges Seurat, poco a poco aprendió el oficio. Colores empastados, la pincelada suelta y efectista que iba del Impresionismo al Puntillismo. Cuando el arte se llenó de luz y la joie de vivre caracterizaba a la Bella Época, siguió su propio camino. Alejado de su maestro, exploró una paleta oscura y recargada que se acercaba más a la expresión germana.

El anciano

El orgullo herido y los estragos del desastre los capturó el artista en este único lienzo suyo en América Latina. El anciano con muletas camina en los suburbios. Una bomba estalla en amarillo intensísimo. El cielo presagia tormenta. Se leen las palabras de Guy de Maupassant: Si la muerte fuera sólo probable, aún habría esperanza; pero no, es tan segura como la noche después del día. El cuadro es quizá el más sombrío de la serie hoy desmembrada en distintas colecciones privadas.

El óleo se emplasta. Técnica muy complicada, pues el autor debía ser paciente para no combinar los colores. Su secado lento (de incluso años) lo hace vulnerable. El Impresionismo científico de Seurat evolucionó en la creación de texturas en una experiencia háptica para el espectador. Búsqueda que una generación posterior llevaría a las Vanguardias a lanzan el collage y más tarde el acrílico.

Aprovechando una gira de conciertos por los Estados Unidos, durante el invierno de 1896 y 1897, presentó un cuadro en la Exposición Anual de Bellas Artes de Filadelfia. Tuvo que permanecer dos años en Norteamérica como concertista, mientras juntaba el dinero necesario para regresar a casa. Al fin se embarcó en Nueva York el 4 de julio de 1898, pero un choque hundió la nave frente a la isla Sable. Léon Pourtau con sólo 26 años falleció junto con 500 tripulantes.

La Gran Guerra

Entre la tragedia personal, la realidad internacional no era menos convulsa. 43 años de «paz armada» atestiguaron un desarrollo moderno en tecnología que llevó a Europa a crear armamento que por primera vez en la historia de Occidente contempló el ataque más allá del campo de batalla. Gran Bretaña diseñó el tanque de guerra al que Alemania hizo accesible para todo terreno con la implementación de orugas en las llantas. Asimismo, los germanos desplegarían armas como el temible Barón Rojo, avión caza que potenciaba su ataque con vuelo en picada y estabilización a pocos metros del suelo; la ametralladora con la capacidad de lanzar hasta 200 balas por minuto; el submarino que imitaba a un gran cetáceo de hierro para hundir embarcaciones. Ante el nuevo enemigo se desarrolló el sónar    –acrónimo del inglés Sound Navigation And Ranging, alcance de percepción del sonido de navegación–, como un medio de localización acústica bajo el agua. El radar también ayudaría a encontrar objetos al emitir señales radioelectrónicas. También llegaron las primeras armas químicas: los gases, lacrimógeno y mostaza. El primero obnubilaba la vista, mientas que el segundo laceraba el aparato respiratorio. La estampa del nuevo hombre destructor fue retratada en acción por el Expresionismo alemán cubierto con la siniestra máscara antigás.

Repensar nuestros procesos históricos contribuye a marcar pautas de identidad. Pareciera que 1914 es una fecha tan remota que apenas la situamos en la coordenada espacio-tiempo. Se han sobrepuesto una cadena de hechos que sería imposible enumerar y que sin embargo, al analizar la historia del hombre en Occidente, apenas representa un parpadeo. Se cumplen cien años de una guerra aciaga (aunque claro, todas lo son).

El 28 de junio de 1914 murió en Sarajevo el archiduque austríaco Francisco Fernando a manos del joven nacionalista yugoslavo Gavrilo Princip. Un asesinato que cambió la historia del mundo y desataría la Gran Guerra a la que acudieron latitudes divergentes allende el continente europeo. Detrás de él, imperialismos sanguinarios, poder, economía, cambio de fuerzas, alianzas ancestrales… enconos también ancestrales. Los bandos estaban diferenciados. Los Aliados, en la llamada Triple Entente: Reino Unido, Francia y Rusia, a los que se unirían Italia, Japón y los Estados Unidos. Frente a ellos, las Potencias Centrales o Triple Alianza: el Imperio alemán y Austria-Hungría, a los que se sumaron el Imperio Otomano y Bulgaria.

Así, un mes después, Serbia era asediada por los austro-húngaros. Rusia se movilizaba. Alemania invadía Bélgica y Luxemburgo en su camino a Francia. Ante este escenario, el Reino Unido se vio obligado a declarar la guerra a Alemania.

Para noviembre, el Imperio Otomano entró en la guerra. Italia y Bulgaria se unirían  en 1915, Rumania al año siguiente y los Estados Unidos tras el inminente estallido de la Revolución roja y la salida de Rusia, entró en el ocaso bélico para 1917. Las batallas continuaron por un año más. 70 millones de militares, hombres y mujeres se dieron cita en la trágica guerra de trincheras.

¿Vencedores? ¿Acaso los hubo? Más de 9 millones de combatientes perdieron la vida. Cuatro imperios desaparecieron: el germano, el ruso, el austro-húngaro y el otomano. Se creó la Sociedad de Naciones génesis de la Organización de las Naciones Unidas. Chauvinismos a ultranza. Fascismo. Orgullo mancillado. Debilidad de los Estados democráticos. Crisis económicas… Todo falló. 20 años después, de nuevo el horror. Una nueva guerra. Una Segunda, acaso aún más cruenta que la anterior.

Los procesos son sociales y económicos, no meramente militares. Como señala el investigador Edgardo Buscaglia: uno, al observar y analizar, también cambia la realidad. Observemos pues a la distancia. A la distancia de tiempo. A la distancia de la bala…

Léon Pourtau
(Burdeos, Francia, 1868 ó 1872 – Océano Atlántico, 1898)
El anciano
1894
Óleo sobre lienzo
115.8 x 81 x 4 cm

Detalle 1

Detalle 2

Fin del artículo.

Reciban un cordial saludo.